La América de carreteras estrechas Reportaje USA entre los Apalaches y las Great Smoky Mountains
Carolina del Norte es un estado de la costa atlántica de los Estados Unidos, donde si hacemos caso de las guías encontraremos gran densidad de población y algunas de las ciudades del país con mejor calidad de vida y universidades más avanzadas. El único problema consiste en si nos empeñamos en seguir la ruta que va hacia el oeste, buscando la interestatal I40 a través de grandes valles boscosos y donde descubriremos la América profunda más auténtica. Reportaje USA entre los Apalaches y las Great Smoky Mountains
Por Joan Garriga
A menudo des de nuestra congestionada Europa buena parte de la envidia que siente el camionero al volante de uno de nuestros trailers frente a sus colegas norteamericanos, no sólo se basa en la espectacularidad de los camiones fabricados al otro lado del Atlántico, sinó también en la posibilidad de recorrer miles de millas a través de llanuras donde la conducción de tales máquinas se convierte en una delicia. Si, bueno, disfrutar del volante de un Peterbilt, Kenworth o Freightliner puede ser una auténtica maravilla, pero la pradera y sus largas rectas donde la abundante caballería de los Cummins, Caterpillar y Detroit Diesel pueden desbocarse sin más miedo que el de terminar fundiendo el radar de algún patrullero de carreteras, quedaban muy lejos de nosotros cuando circulábamos por las inmediaciones de Gastonia y Shelby, buscando un buen lugar para comer y tratando que el minúsculo Chevy de alquiler no tuviera un mal encuentro tras la siguiente curva.
Carreteras del condado
Estados Unidos es un país de esos en los cuales uno viaja estupendamente, siempre y cuando su camino cuadre a la perfección con la red en cuadrícula de rutas Interestatales. En caso contrario uno tiene dos alternativas; o se busca la autovía a pesar de dar grandes rodeos o se conforma con la red de carreteras que comunica incluso las más pequeñas aldeas de la infinidad de condados que forman estados como el de Carolina del Norte, por donde circulábamos. Eso sí, se trata de simples cintas de asfalto de las de toda la vida, con un carril por sentido poco más ancho que un pick up, donde en la cuneta podemos encontrar desde a un oso Grizzly hasta a un viejo John Deere esperando que algún mecánico sea capaz de ponerlo en marcha de nuevo. Conviene no descuidarse en lo de andar atento al camino, pues la ruta más corta también suele ser la preferida por cualquier trucker que pretenda llegar a fin de mes con las cuentas saneadas, de modo que la estrechez del camino no impide andar cruzándose con Freightliners y sus endiabladas “cajas largas”, como por allí denomiman a los semis de gran volumen y más de 50 pies de longitud. Además en este tipo de carreterillas secundarias uno siempre tendrá ventajas como el hecho de no encontrar ninguna de las zonas de control y pesaje para vehículos pesados que jalonan las rutas principales, de modo que quienes andan sobrecargados o buscan eludir a la patrulla de carreteras suelen ser habituales de estas reviradas rutas de segundo orden.
Un alto en el camino
Así encontramos a Jon Mulholland, escrito así sin h como lo hacen los vulgares Johns mucho más abundantes, junto a su veterano pero excelentemente bien cuidado Kenworth T600. Nos encontramos en lo más parecido que en las inmediaciones de Kings Mountain existe a una truck Stop. Se trata de una gasolinera, junto a un restaurant cerrado por jubilación y un taller lleno de actividad:”Vine aquí a cargar y mientras dejé el remolque en el almacén he venido a comprar un par de ruedas y hacer el cambio de aceite. La verdad es que vivo cerca de Chicago, a más de mil millas de aquí, pero cuando veo que tengo tiempo y estoy en un lugar donde dan buen servicio a precio barato no dudo en hacerle el mantenimiento a mi camión.” Reportaje USA entre los Apalaches y las Great Smoky Mountains
Jon es un transportista autónomo, que reparte el tiempo entre el volante de su T600 y la afición por coleccionar cromos de camiones antiguos de los que dan en las gasolineras. Trabaja al enganche con uno de esos largos semis de 53 pies, cerca de 15 metros de longitud, lo cual no facilita las cosas precisamente cuando te envían a buscar un pedido a un pequeño pueblo de Carolina del Norte llamado Kings Mountain(El rey de la montaña). Pese a ello Jon, sin dejar de dar prisa al mecánico Jack que anda buscando no sé que elemento de su llave neumática para atornillar una de las ruedas, no duda en explicarlos algunas de las claves que hacen muy seguro el trabajo de conducir camiones en los USA: ”Es una delicia circular por las interestatales, yo sólo me desvío en ocasiones como ésta, cuando el destino está fuera de las rutas principales. Aquí tenemos casi siempre el mismo límite de velocidad para camiones y turismos. Eso es muy bueno porque en autovía recorres mucha distancia en un día y evita el riesgo de que te alcancen por detrás, pero no me gusta cuando en los tramos cercanos a las grandes capitales te limitan a 50 o 45 millas por hora. ¡Es aburridísimo conducir a esas velocidades por una autovía!”
Si bueno, es que en la mayor parte de la red interestatal Jon puede poner su T600 a la friolera de 70 millas por hora, legalmente. Pues lo cierto es que según nos confiesa su bien cuidado motor CAT todavía le permite acercarse a las 80 Millas por hora circulando a plena carga. Eso sí, en las carreterillas donde nos encontramos confiesa que necesita toda su atención para manejar el volante y la caja de cambios Fuller, así que ni siquiera se acerca al límite de 50 millas en la mayoría de los tramos.
Nuestra breve conversación ha servido para que Jack termine con las ruedas, para Jon es el momento de hacer números y regatear en lo que pueda. Así que viendo ocupados a nuestros amigos volvemos a la carretera, esperando alcanzar pronto la I40, donde además de dos carriles por sentido y menos curvas nos han prometido que encontremos un buen lugar donde comer. Así que no hay que dudarlo. Nos ponemos en marcha hacia la I40 y luego camino de Tennesse, la América todavía más profunda, si cabe.
USA: un gran país con enormes contrastes
Los Estados Unidos son un enorme país, todo un continente, donde si bien se encuentran algunas de las capitales más modernas y con mayor población a nivel mundial, también podemos encontrar territorios casi despoblados, donde el tiempo parece haberse detenido. Buen ejemplo de ello es la parte oeste de Carolina del Norte que hoy recorremos, donde la cadena montañosa de los Apalaches marca la frontera con Tennessee. En estos territorios no resultan extraños ni los huracanes estivales ni las tormentas de nieve invernales, capaces de recordar de vez en cuando a una de las sociedades tecnológicamente más desarrolladas del mundo que a veces el ritmo lo sigue marcando la madre naturaleza.
Cruzando cualquier pueblo vemos viejos graneros y vehículos que dejaron de rodar varias décadas atrás y siguen aguardando como fantasmas a que su propietario regrese algún día de la tumba y los vuelva a poner en marcha. Es la realidad de un territorio rural y poco poblado, donde el terreno sigue siendo abundante y las cosas que dejaron de tener una utilidad simplemente se abandonan en un lugar donde no molesten demasiado. Por ello, a quien viaje con tiempo, cualquier alto en el camino se le convertirá en la visita a una especie de museo al aire libre, que nos habla de viejos camiones, graneros en desuso, Cadillacs de los años 70 y quien sabe si rebuscando entre la maleza todavía podríamos encontrar algunos restos de antiguos tramperos y las tribus indias que tanto ostigaron a los primeros colonos occidentales llegados a esta agreste zona.
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